jueves, 18 de marzo de 2010

23

Engañé el hambre. Comí recuerdos, fingiendo que no sentía en aquel y en éste presente. Me llené de frases en mis amigos. Inventé trenes que viajaban en las noches entre las nubes. Viajé sin boletos invitado por mi propia imaginación. Salí de mis tripas a recorrer mis tristezas y fotografié lágrimas secas que habían quedado en mis championes. Pero no pude cambiar el curso de las cosas, el curso de las casas, las cosas ya sin curso ni rumbo que nos aplastaban como un viento de huracán, como un choque de presiones antitéticas que nos mostraban el tiempo y el sonido del reloj. Las Manchas de la soledad. La frase mas repetida y robada de todas las escrituras que ésta vez me tocaba vivir. Así que era hora de repetirla. Sentirla. Hora de entender lo que ya escrito se plasma en nuestras vidas y nos toca pasar. Cómo una estúpida profecía escrita por un demente que nunca aprendió a escribir.

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