sábado, 19 de febrero de 2011

Dos Mil Once pensarás y buscarás el por qué.

Escritores de estados, movemos el espacio en algo que se respira al mismo tiempo y que agota el aire, una mezcla de dibujo de la realidad en dimensiones múltiples pero con sabor a ficción, con la sensación de habernos encontrado en el salón de los espejos rotos. Unos sin piernas, otros sin gargantas. Miles de seres cargando colores en en sus telefonos y viendo los pájaros volar en la realidad usando su sonido grabado para escucharlos cantar. Una metralleta de frases que nos ataca sin razones
en la mañana, nos dice el momento que se pierde en el momento, la única excusa que nos hace seguir pensando en nuestra ilógica discusión.
Un fuego no puede verse en el fin de los tiempos, una mano palpando la lluvia no es transferible a la matemática de la internet, lo que mueve mi interior es más que un simple quiebre del lenguaje, más que la deformación de todos los idiomas. Me intervengo los puntos nerviosos buscando la paz. Y me descanso en un quizás. Me recuesto en el tal vez de algún azar estudiado por la científica, quedando inmóvil en el cordón de una vereda para no usar falsas palabras como umbral. Y Dos niñas pasan con bolsas cargadas de alimentos, desde hoy serán parte de las gráficas sociales, por las marcas de los alimentos, por el sitio donde pisaron para llegar a sus moradas. Por la simple historia que quiere catalogar el movimiento. No dejo de pensar en la mirada de mis padres. No puedo explicar nada de lo que sale en estas formas, solo me lleva la imagen de las motocicletas, un par de lentes que brillan en el sol. El agua que no tiene el mismo sabor. Nos hemos pasado lustrando la belleza, inculcando lo lineal, mejorando la perfección hasta llegar al imperfecto, a las praderas virtuales, al ojo destemplado de nuestro milenio. Al tercero y quien sabe que será de nosotros. Ubicados , numerados, con marcas de shampoo en nuestros cabellos, con maletas llenas de pequeñas pantallas, caminando en la inercia, desplegando el tiempo real, descifrando las curvas del pensamiento, esculpiendo réplicas de lo antes escrito. Para saber el pensamiento del hombre y su naturaleza. Digo lo mismo. Es el cuento repetido y la frase del infinito que está hablando por mí sin nombres ni efemérides, con el cíclico entendimiento que pensaron en las cavernas los mismos seres que yo fuí. Y que hoy vuelven a reconciliar su vuelo en un carro imaginario entre los dedos que escriben. Son Lo que yá fué escrito, lo que se escribe otra vez para entender lo antes escrito. Son el estado natural de las cosas. La última declaración del último libro.