Le dimos al avance de la tecnología el más preciado de nuestros tactos. El de las caricias. Y le entregamos nuestros dedos a la pantalla, y perdimos el sentir de manos tocando manos, el de manos rozando pómulos. El más exquisito y dulce placer de poder estar enredando mis anulares y meniques en tus cabellos mientras aprieto este frio vidrio entre mis manos escribiéndote estas ciegas palabras.
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