Veo como se arruga la noche. Y no hay sonidos ni luces de sodio. El silencio es un piano, es una boca que me incita a besar. El silencio está en patas en el fin de la noche y nadie lo puede alcanzar. Hablo con el silencio, me escondo en una lágrima de juguete, el silencio me entiende, estamos solos los dos. Aquí no existe palabra alguna que nos diga la verdad. Aquí nos miramos entre el silencio y yo y entramos en la complicidad de los niños. Sabemos que la soledad ronda sobre nosotros, mas que nada sobre mí, pero aún así se escapa un gesto, una mueca de mi boca como queriendo decir, es lo que soy, es lo que me toca ser.
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